Cuando estés triste piensa que no
nos pueden quitar lo bailao. Porque lo bailao ya se hizo y a mí nadie me puede
quitar un recuerdo. Porque lo bailao es mío y hago lo que quiera con ello.
Pero si pudiesen quitarme lo
bailao, que me lo quiten.
Que me lo quiten, ya.
Y ahora que me lo han quitado,
agárrate que vienen curvas.
Te voy a bailar lo imbailable. Te voy a bailar el agua. Te
voy a bailar los esquemas. Te voy a bailar el cerebro. Te voy a bailar lo que
haga falta. Porque me hace falta bailar. Y, carajo, me haces falta.
Ya se puede poner cualquiera
delante, que yo no estoy entrenado pero tengo ganas. Y si tengo ganas, bailo
mejor. Bailo mejor que, incluso, la distancia, que me han dicho que gana muchos
bailes y yo soy demasiado competitivo.
Ponte delante distancia. Ponte
tiempo, ponte circunstancias, ponte kilómetros, ponte flamenca. Yo me pongo el
querer. Y empecemos a bailar.
Porque lo bailao es eso que
hacíamos tú y yo, con o sin música, pero, eso sí, que sentíamos. Lo sentíamos por
encima de todo. Por encima de lo no bailao, al menos.
Porque lo bailao es eso que
quiero aprender. Y si yo no sé, espero que me enseñes. Y si yo si sé, espero
que me enseñes también, que ya me haré el tonto yo.
Porque lo bailao es lo bailao, lo
que se baila y lo que se bailará. Con verbos, con versos o con besos, el caso
es bailar. Hasta las palabras.
Porque lo bailao es soñarte a ti
con los pies. Arañando el suelo y mis tripas.
Porque lo bailao solo me lo
puedes quitar tú.
Así que, tú, recuerda, que cuando
bailemos y te consiga ganar, vuélveme a quitar lo bailao, que ya me encargaré
yo de bailártelo de nuevo, por muy cansado que esté.
Elías Denche.
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