domingo, 11 de octubre de 2015

Que me quiten lo bailao.

Cuando estés triste piensa que no nos pueden quitar lo bailao. Porque lo bailao ya se hizo y a mí nadie me puede quitar un recuerdo. Porque lo bailao es mío y hago lo que quiera con ello.

Pero si pudiesen quitarme lo bailao, que me lo quiten.

Que me lo quiten, ya.

Y ahora que me lo han quitado, agárrate que vienen curvas.

Te voy a bailar lo imbailable. Te voy a bailar el agua. Te voy a bailar los esquemas. Te voy a bailar el cerebro. Te voy a bailar lo que haga falta. Porque me hace falta bailar. Y, carajo, me haces falta.

Ya se puede poner cualquiera delante, que yo no estoy entrenado pero tengo ganas. Y si tengo ganas, bailo mejor. Bailo mejor que, incluso, la distancia, que me han dicho que gana muchos bailes y yo soy demasiado competitivo.

Ponte delante distancia. Ponte tiempo, ponte circunstancias, ponte kilómetros, ponte flamenca. Yo me pongo el querer. Y empecemos a bailar.


Porque lo bailao es eso que hacíamos tú y yo, con o sin música, pero, eso sí, que sentíamos. Lo sentíamos por encima de todo. Por encima de lo no bailao, al menos.

Porque lo bailao es eso que quiero aprender. Y si yo no sé, espero que me enseñes. Y si yo si sé, espero que me enseñes también, que ya me haré el tonto yo.

Porque lo bailao es lo bailao, lo que se baila y lo que se bailará. Con verbos, con versos o con besos, el caso es bailar. Hasta las palabras.

Porque lo bailao es soñarte a ti con los pies. Arañando el suelo y mis tripas.

Porque lo bailao solo me lo puedes quitar tú.

Así que, tú, recuerda, que cuando bailemos y te consiga ganar, vuélveme a quitar lo bailao, que ya me encargaré yo de bailártelo de nuevo, por muy cansado que esté.


Elías Denche.

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