domingo, 25 de octubre de 2015

Hola.

Voy a ir y te voy a decir: -Hola.

Ilustración de Bansky
Mira que pude habérmelo preparado mucho mejor… Yo que sé… Un ramo de rosas, un chiste ingenioso o un saco de hielos para romperlos a trizas con predilección; pero no.

“Hola”. Tan banal y tan sencillo. Tan de bienvenidas sin darnos cuenta. Nadie que se despide dice “hola”. Y quién lo hace, o es gilipollas o tiene todo el derecho del mundo a verte de nuevo.

Estoy a un minuto. A un minuto de sentarme al lado de ti en ese banco en el que no sé que tú esperas el autobús y voy a esperar que, por una vez, sea a mí, a quien no se le escape el tren. Te voy a decir el ‘hola’ más rotundo jamás dicho y vamos a conocernos toda la vida.

No sé por qué, ni cómo. Ni si vamos a querer que sea así. Ni si, incluso, somos tan… como voy a creer que vamos a ser siempre. Sólo sé que te voy a decir “hola”.



Es más, subo la puja, te voy a decir “hola” y vamos a sonreír. Vamos a sonreír como dos inconscientes que no saben lo que les espera. Vamos a sonreír como quienes no saben que acaban de empezar una etapa. Vamos a sonreír por crear por primera vez algo juntos. Vamos a sonreír como hacíamos con Gila. Vamos a sonreír como cuando nos corremos a la vez.  Vamos a sonreír como quienes se ríen al son. Vamos a sonreír por sonreír, que, al fin y al cabo, está de puta madre.

Y una vez que sonriamos, me la vas a devolver por cabezona, una muestra más de que lo eres. 
Me vas a echar en cara el “hola” más “hola” de los “holas”. Y vas a aceptar que los saludos o son recíprocos o dejas de querer darlos. Vas a afirmar con toda tu boca que cuando nos subamos al autobús quieres que se le acabe el depósito por una semana y tengamos la cita más larga de la historia.

Eso sí, cuando hayamos subido, déjame sentarme a tu lado porque no hay más asientos sin ocupar, hablar contigo, sin darme cuenta, sobre la mierda de tiempo que hace, que es el tema más fácil de sacar y menos impertinente.

Llegando a tu parada, deja que te pida el número de teléfono. Ha sido agradable. “Hola”. Me reconocerás al llamarte, un día después, y soltarás una carcajada.

Quedaremos varias veces y empezaremos a salir. Haremos todo lo que una pareja hace, pero de la forma que ninguna lo hace y nos querremos como nunca nadie lo ha hecho nunca.

Pero claro, yo eso no lo sé. Ni tú tampoco. Aún sigo a varios metros de ti, no pensando en ningún momento qué vamos a ser, ni quién coño eres. Pobre iluso.

Con la única preocupación de cuando llega el autobús que yo ya llego tarde, para no variar, y observando que hay un sitio libre en el banco de la parada.

Acercándome y, con educación, como me enseñó mi madre: “Hola”.

Sonríes. Me hace gracia la sonrisa. “Hola”, se te escapa.

Menos mal que solo eres una desconocida, ¿no?

Elías Denche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario