Voy a ir y te voy a decir: -Hola.
![]() |
Ilustración de Bansky |
“Hola”. Tan banal y tan sencillo.
Tan de bienvenidas sin darnos cuenta. Nadie que se despide dice “hola”. Y quién
lo hace, o es gilipollas o tiene todo el derecho del mundo a verte de nuevo.
Estoy a un minuto. A un minuto de
sentarme al lado de ti en ese banco en el que no sé que tú esperas el autobús y
voy a esperar que, por una vez, sea a mí, a quien no se le escape el tren. Te
voy a decir el ‘hola’ más rotundo jamás dicho y vamos a conocernos toda la
vida.
No sé por qué, ni cómo. Ni si
vamos a querer que sea así. Ni si, incluso, somos tan… como voy a creer que
vamos a ser siempre. Sólo sé que te voy a decir “hola”.
Es más, subo la puja, te voy a
decir “hola” y vamos a sonreír. Vamos a sonreír como dos inconscientes que no
saben lo que les espera. Vamos a sonreír como quienes no saben que acaban de
empezar una etapa. Vamos a sonreír por crear por primera vez algo juntos. Vamos
a sonreír como hacíamos con Gila. Vamos a sonreír como cuando nos corremos a la
vez. Vamos a sonreír como quienes se
ríen al son. Vamos a sonreír por sonreír, que, al fin y al cabo, está de puta
madre.
Y una vez que sonriamos, me la
vas a devolver por cabezona, una muestra más de que lo eres.
Me vas a echar en
cara el “hola” más “hola” de los “holas”. Y vas a aceptar que los saludos o son
recíprocos o dejas de querer darlos. Vas a afirmar con toda tu boca que cuando
nos subamos al autobús quieres que se le acabe el depósito por una semana y
tengamos la cita más larga de la historia.
Eso sí, cuando hayamos subido, déjame
sentarme a tu lado porque no hay más asientos sin ocupar, hablar contigo, sin
darme cuenta, sobre la mierda de tiempo que hace, que es el tema más fácil de
sacar y menos impertinente.
Llegando a tu parada, deja que te
pida el número de teléfono. Ha sido agradable. “Hola”. Me reconocerás al
llamarte, un día después, y soltarás una carcajada.
Quedaremos varias veces y
empezaremos a salir. Haremos todo lo que una pareja hace, pero de la forma que
ninguna lo hace y nos querremos como nunca nadie lo ha hecho nunca.
Pero claro, yo eso no lo sé. Ni
tú tampoco. Aún sigo a varios metros de ti, no pensando en ningún momento qué
vamos a ser, ni quién coño eres. Pobre iluso.
Con la única preocupación de
cuando llega el autobús que yo ya llego tarde, para no variar, y observando que
hay un sitio libre en el banco de la parada.
Acercándome y, con educación,
como me enseñó mi madre: “Hola”.
Sonríes. Me hace gracia la
sonrisa. “Hola”, se te escapa.
Menos mal que solo eres una
desconocida, ¿no?
Elías Denche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario