jueves, 19 de diciembre de 2013

Relatos de un suicida de pasados - #1

Mirad como caigo desde el ático.

¡Wow! Parezco un maniquí en manos de dioses o un títere en manos de humanos. 
Sí, soy el alma de “lo que fui”, y lo que fui, ya no es nada.

¡Joder! Parece que no voy a llegar a estamparme nunca contra el suelo. Parece que no voy a deshacerme en tripas cuando roce el asfalto. Parece que sigo tan vivo como cuando de verdad sentía que lo estaba.

Pero no, esta vez no me han sucumbido mis fracasos, ¿¡qué cojones!? Esta vez he sido yo el que he querido desaparecer. Bueno, desaparecer, lo que se dice desaparecer… tampoco, porque a los operarios de limpieza les va a tocar una divertida noche para recogerme en piezas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El día en el que los humanos dejamos de ser humanos.

Hoy a las "ninguna" horas y "ningún" minuto, volvimos a ser humanos. Hoy hace exactamente "toda la humanidad" que no nos comportamos como tal.
Hoy es el día en el que los humanos dejamos de ser humanos.

Porque una vez os quisieron... ¿y así se lo pagáis? 

Dejaron barcos malditos navegar en un mar sin puerto, dejaron tótems sin construir, dejaron raíces de esperanza, dejaron sueños sin volar porque querían revolotear junto a vosotros; pero aún así, queréis convertirlas en pájaros. Pájaros de una jaula abarrotada de miedo. Pájaros a los que les cortan las alas para que no salgan volando. Pájaros que dejaron de cantar por si a vosotros os molestaba. Pájaros que cada día buscan la manera de abrir el bebedero para poder salir por algún lado. 
Ilustración: @andre_alaya

Queréis convertirlas en ovejas. Ovejas que deben seguir el rebaño de su pastor, asentarse y afirmar con la cabeza. Ovejas que lo mejor que pueden hacer es girarse por el monte sobre sí mismas y callarse. Ovejas que solo pueden sentirse "otra más". Ovejas con lana manchada de recuerdos, de vida, de sangre...

Queréis convertirlas en un diálogo de: 
“-Te quiero por encima de tus insultos.
Grítame.
Pégame.
Olvida mi libertad.
Seré sumisa.”

Pero esta vez, no. No van a seguir consintiendo que las menospreciéis constantemente. No van a seguir esperando que vuelvas a casa con un ramo de rosas y todo se olvide. No van a seguir sintiéndose inferiores. No van a acariciarte hasta que dejes de humillarla.


domingo, 4 de agosto de 2013

Silencio.

Silencio.

No digas nada. Disfrútalo. Nunca lo sirves, y por una vez que te invitas, ¿vas a rechazarlo? Sí, sé que te asusta, te incomoda, ¿y qué? Aprovéchalo.

Cada noche brindamos con la ocasión de entretenernos con uno, pero un cúmulo de ladridos, quebrados y latidos lo esfuman.

Créeme, no son malvados. Pero algún día tendrás que morir, ¿no? Y qué mejor que un silencio. Sólo, mortales. Quizás, psicópatas.

Enfréntate a ellos y dispara. Con balas no, no por Dios, no seas mediocre. Con palabras. Pero sin pronunciarlas, sino desaparecería. Por algo se llama silencio.

No confundamos. No necesitas música de fondo para adentrarte en el piso de uno de ellos. Más bien, necesitas, que la música la pongas tú. Pensando. Con la orquesta que sea.

Tenles respeto. No miedo. Nunca sabes qué ocurrirá en uno de ellos. Las mejores escenas ocurren ahí. Una imagen vale más que mil palabras. Un silencio lo triplica.
Si tienes que besar para que continúe, besa. No pierdas la magia con un ¿y ahora qué? Acaricia. Enamora. Pero no los termines. No abortes.


La de ideas que se construyen en ellos. La de ‘¡hazlo!’ que aparecen cuando los imaginas. La de sentimientos que engullen. La de sueños que mueren, y peor, nacen. La de lágrimas que recogen y empapan. La de sonrisas que esbozan. La de nadas que convierten en todos, la de todos que vuelven a nadas. La de nadas, que siguen siendo, nadas.

Pero aún seguimos esquivando al monstruo como niños. Nos aferramos a cualquier conversación, nos entonamos aquella odiosa canción, nos gritamos. Curioso que la palabra que más se grite sea esa, silencio. Como si fuera la única forma de evitarlo. O como si quizás, muy dentro de nuestras tripas lo deseáramos.


sábado, 20 de abril de 2013

Recuerdos.

Únicos viajeros de un ‘te echo de menos’. Únicos que no olvidan. Tan únicos y a la vez, tan nuestros.

Esa maleta repleta de miradas que te llevaste pero que no sabías que aún yo también mantengo agarrada por el mango y abrochada a mi piel por tu cremallera.
Imagen de Leonard Beard

Ese hechizo que perfuma tu olor con cada brisa de aire que entra por mi ventana a la madrugada, y que me lleva flotando a las noches que juntos pasamos.

Esas llaves que abren cada puerta para encontrarme de nuevo con besos y caricias que demostrábamos.

Ese armario organizador de prendas al tacto de tu piel con las que me enfundaría y arroparía.

Recuerdos. Tan tuyos como míos. Tan propios como de nadie.

Sin precio, pero con valor. Sin materia, pero con alma. Encerrados bajo mi cuerpo y liberados por el tuyo.



No existen recuerdos creados por un solo individuo. Los recuerdos se crean complementados. Es inequívocamente necesario que existas tú para crear los míos. Y así ha sido.

Cada tic tac de aguja de reloj, es inyección de millones de éstos en mis venas. Una adicción comparable con tu presencia a mi lado.


domingo, 31 de marzo de 2013

A las puertas del cielo.

No era practicante, tampoco creyente. Es más, ya no era persona. Pero, ahí estaba yo, subiendo las escaleras del cielo.

Desde arriba, todo se veía minúsculo y me recordaba a cuando era pequeño y junto a mi hermano observábamos a las hormigas recolectar para el duro invierno.

Las nubes que me rodeaban parecían mucho más esponjosas y confortables según ascendía. Pude presenciar como con el roce de mis dedos sobre ellas, las hacía esfumarse con lentitud dejando un halo de niebla que refrescaba.

Imagen de Leonard Beard
Estaba llegando al piso principal, EL CIELO, cuando recordé el propósito de mi muerte. No era entrar, ni acomodarme en ninguna de las habitaciones que seguro me hospedaría en ese enorme “hotel” para la vida eterna; ni tampoco era reunirme con los pocos seres queridos que pasaron tiempo junto a mí en vida.

No.

Mi propósito, mi meta, era cumplir una promesa.

Siempre he odiado a las personas que no las cumplen y que se las llevan bajo el brazo cuando dejan de respirar. Y con honestidad, tenía miedo de convertirme en uno de mis principales enemigos.

Yo tenía que cumplirla.

Una promesa para un alma que aún no estaba ahí arriba y ni que esperase que estuviese hasta mucho tiempo después, mi mujer.

Una promesa factible en muerte e incumplible en vida.

“El primero que cerrase los ojos, tocaría las puertas del cielo y saldría corriendo”

Era tan estúpido. Era tan descabellado. Era, nuestra locura de amor y al parecer, me encontraba en el momento idóneo para cumplirla.

Quería que un resquicio de mí, como era su alma, siguiera viva.


sábado, 9 de marzo de 2013

Oscuro frío.

“Oscuro frío”.

Imagen de Leonard Beard
Mis dos últimas palabras, mis dos últimas balas.

Media vida cotizando mis sueños, para perderlos en un segundo. 

Añorar los besos de mi chica, las sonrisas de mis pequeños y diluirme en oscuridad.
Dejar atrás el despertar abrazado, para sentir frío.

El calor de las cuatro paredes que formaban mi hogar. El orgullo de mis padres sobre su hijo, que después de tantos años de estudio, había encontrado su posición en una de las mayores empresas mundiales. La gota de agua que nos hacía vivir y la luz con la que pude ver a mis hijos nacer, incrementando su precio cada mes.
Cada una de estas anteriores enumeraciones, perdían valor con el transcurso del tiempo afectado por un simple ERE.

A ellos, les daría igual. Seguirían cobrando por muy negro que sea el fajo de billetes. Mis verdades y mis intereses están minúsculamente dibujadas en el canto de las monedas que poseen y que tanto nos faltan a nosotros, porque cuantos menos seamos, por muy cruel que sea la despedida, el mundo sigue girando y más si son éstos quienes tienen el eje del giro.