Mirad
como caigo desde el ático.
¡Wow!
Parezco un maniquí en manos de dioses o un títere en manos de humanos.
Sí, soy
el alma de “lo que fui”, y lo que fui, ya no es nada.
¡Joder!
Parece que no voy a llegar a estamparme nunca contra el suelo. Parece que no
voy a deshacerme en tripas cuando roce el asfalto. Parece que sigo tan vivo
como cuando de verdad sentía que lo estaba.
Pero
no, esta vez no me han sucumbido mis fracasos, ¿¡qué cojones!? Esta vez he sido
yo el que he querido desaparecer. Bueno, desaparecer, lo que se dice
desaparecer… tampoco, porque a los operarios de limpieza les va a tocar una
divertida noche para recogerme en piezas.
Sí, he
dicho adiós. Todo ya lo había cumplido. Firmé cada “tener un hijo, plantar un
árbol y escribir un libro”. Y los firmé con un “no”, porque odiaba ponerme
metas. Hice lo contrario: tuve un libro, planté un hijo y escribí un árbol.
Así
soy yo… es decir, así era.
Improvisé
y ya no soy, y creedme, me encanta.
Viajaré,
pero a mí mismo. Necesito mejorarme o empeorarme, pero necesito ser una materia
distinta a la que fui.
Llamémoslo,
“Relatos de un suicida de pasados”.
Quizá
algún día gane el ‘Premio Nobel de Literatura’, aunque con una calada de un
Nobel ‘a secas’, me conformo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario