Esa maleta repleta de miradas que te llevaste pero que no
sabías que aún yo también mantengo agarrada por el mango y abrochada a mi piel
por tu cremallera.
Ese hechizo que perfuma tu olor con cada brisa de aire que
entra por mi ventana a la madrugada, y que me lleva flotando a las noches que
juntos pasamos.
Esas llaves que abren cada puerta para encontrarme de nuevo
con besos y caricias que demostrábamos.
Ese armario organizador de prendas al tacto de tu piel con
las que me enfundaría y arroparía.
Recuerdos. Tan tuyos como míos. Tan propios como de nadie.
Sin precio, pero con valor. Sin materia, pero con alma. Encerrados
bajo mi cuerpo y liberados por el tuyo.
No existen recuerdos creados por un solo individuo. Los
recuerdos se crean complementados. Es inequívocamente necesario que existas tú
para crear los míos. Y así ha sido.
Cada tic tac de aguja de reloj, es inyección de millones de
éstos en mis venas. Una adicción comparable con tu presencia a mi lado.